miércoles, 29 de abril de 2015

Nuestro paso por el San Juan.

Parece mentira que estemos a un mes de terminar el instituto, a un mes de dejar el edificio que durante seis años ha sido como nuestra segunda casa, donde nos ha pasado todo tipo de cosas y donde más recuerdos tenemos. 

Me pongo a pensar en la primera vez que fui a ver las listas para comenzar 1 de la ESO y me doy cuenta que en aquel momento no sabía si llorar o reír ya que me habían separado de mis compañeros del colegio, aquellos con los que piensas que estarás durante todos los años que duren tus estudios, pero sin embargo, solo son uno de los pocos amigos que te esperan por conocer.
 En aquel momento llegó Marina Aguilar, una compañera con la que me había tocado compartir clase, le sonreí y le dije que nos habían puesto juntas pero cuando me miró, no me devolvió la misma sonrisa por lo que mis ganas de llorar aumentaron. Pero es gracioso, porque ahora mismo es una de las compañeras de clase con la que mejor me llevo y a la que le tengo que agradecer muchos momentos durante estos seis años. Y es que esa es una de las cosas con las que me quedo de mi paso por el San Juan, de todos los amigos que he conocido que nunca pensé que llegaría a tener esta relación con ellos y los que han hecho que cada día sea un poco más llevadero.

Sinceramente, no tengo ningún momento malo que añadir de estos años. Es verdad que curso a curso te vas repitiendo que estás harto de instituto, que quieres terminar de una vez y salir de ahí como suele suceder en el momento en el que suspendes algo o una asignatura se te atraganta más que otra, como es mi caso con las matemáticas, las cuales han sido mi pesadilla desde el momento en el que llegué y aún siguen siéndolo. Pero ahora, que me veo con un pie fuera de aquí, me doy cuenta que en realidad no hablaba de verdad cuando decía esas cosas. 
Pero yo no podía terminar el instituto sin probar su suelo primero. Este año ha sido un tanto especial al principio, dado que durante meses ha estado en obras y tenías que prestarle atención al sitio por donde ibas andando, pero  es un poco difícil hacerlo a la ocho de la mañana…
Un miércoles, como otro cualquiera, teníamos clase de proyecto a primera hora en el primer módulo.  Cuando me disponía llegar a clase a tiempo para tener un sitio donde sentarme, algo me lo impidió en aquellas escaleras situadas al lado de la conserjería. En el primer escalón había cajas y una malla para impedir que los alumnos subieran por ahí y tuvieran que dar la vuelta por otras escaleras, pero sinceramente la pereza y el sueño del momento no me dejaron pensármelo muy bien y decidí subir por ellas. Pero por graciosa, se me quedó un pie enganchado en la malla y en un abrir y cerra de ojos me vi de rodillas en un escalón. Rápidamente, ya sin sueño obviamente, me levanté y miré para todos lados para asegurarme de que nadie había visto el momento más ridículo de mis seis años en el San Juan, pero tuve suerte y no pasaba nadie, así que seguí subiendo con normalidad. Nada había pasado en aquellas escaleras.


Por último, quiero decir que este año, cuando fuimos a la universidad, nada más entrar y ver aquello me di cuenta que verdaderamente voy a echar de menos a este instituto, a todos los compañeros que han compartido todos estos años conmigo y a los profesores que aunque no queramos reconocerlo, se han sabido ganar nuestro cariño, porque aguantarnos durante tanto tiempo y sobre todo este año que es el más agobiante, tiene mucho mérito. Así que gracias, y por mi parte prometo volver a hacer alguna que otra visita al lugar que me ha hecho ver las cosas desde otro punto de vista. 

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